«La primera vez que vi la roca, me llamó la atención que
tiene un agujero natural por el que pasa la luz del sol. Luego me fijé
que en el interior de la roca, ahuecada por la erosión, hay unos
grabados y comencé a pensar si en determinadas épocas del año la luz
llegaría a los grabados. El haz de luz llegaba a ellos alrededor de las
dos de la tarde y después de dos años y medio de observación, de irme...
a
Los Barruecos a la hora de comer armado de tortilla, he comprobado que
la luz solo alumbra un grabado totalmente en los equinoccios. Es decir,
los dos días del año en los que el día tiene igual número de horas que
la noche: el 21 de marzo y el 22 de septiembre».
La roca de la izquierda es la que tiene el orificio por el que pasa la luz e ilumina el petroglifo. :: ARMANDO
De esta forma tan didáctica y sencilla Juan Rosco Madruga
(Montánchez, 1950) cuenta a HOY la forma en la que ha descubierto en
Los Barruecos un observatorio astronómico de la Edad del Cobre, del
calcolítico (de mediados del tercer milenio antes de Cristo). Maestro,
licenciado en Geografía e Historia, Juan Rosco ha dirigido excavaciones
arqueológicas y fue uno de los primeros en darse cuenta de que unas
ruinas que estaban a 5 kilómetros de Alcuéscar, usadas para guardar
vacas, eran los restos de una imponente iglesia visigoda del siglo VII,
que una vez rehabilitada en los años ochenta se ha convertido en uno de
los monumentos más destacados de la Península de la época visigoda: la
iglesia de Santa María del Trampal. Rosco es disléxico, tiene una gran
facilidad para ver y pensar con rapidez en imágenes, lo que le ha
ayudado a convertirse en uno de los más importantes poetas visuales de
España. Su dislexia seguramente tiene mucho que ver con la facilidad con
la que vio en su mente este nuevo descubrimiento en Los Barruecos, uno
de los más extraños parajes que hay en Europa. Se encuentra en el
término municipal de Malpartida de Cáceres, a solamente unos 15
kilómetros de la ciudad de Cáceres.
El lugar en el que se ubica la roca con el agujero
natural por el que se cuela la luz está cerca de la 'Peña del Tesoro' en
donde, según explica María del Carmen Díez González en su libro 'Arte y
desarrollo urbano de Malpartida de Cáceres', hay numerosos motivos
pictóricos y grabados, «que tienen la peculiaridad de ser los únicos en
la Península - junto con los de la zona de Trujillo - que aparecen en
rocas duras de tipo silíceo». Entre esos grabados se encuentra el que es
iluminado por el haz de luz, que, según los especialistas, es un ídolo
de tipo antropomorfo. Rosco comenta que es un antropomorfo en forma de
'Y' invertida, con sexo, al que le faltan los brazos. Al lado de la
'cabeza' de esta figura hay una cazoleta (pequeño hueco artificial) que
podría representar un disco solar, como los que figuraban en las
representaciones de los dioses egipcios.
Hay expertos que indican que los grabados que hay en Los
Barruecos son del calcolítico; es decir, de la Edad del Cobre; y que se
constata la presencia de cazoletas ya en el cuarto milenio. Muy cerca de...
la roca empleada como medidor de equinoccios hay varias tumbas con
forma humana excavadas en la roca.
Juan Rosco comenta que lo que él ha descubierto puede ser
la punta de un iceberg, ya que junto al petroglifo que se alumbra en
los equinoccios hay otras dos figuras. Estos grabados están en una
especie de túnel en donde llama la atención que hay más cazoletas, tres
de ellas en curiosa línea recta.
La gran roca horadada, que desde un punto de vista
determinado parece la figura de un perro de espaldas, está junto a otra
roca con forma de seta y una tercera con apariencia de pecho de mujer.
Frente a estas tres rocas hay una gran mole de granito, que es una
plataforma ideal para contemplar el cielo a la que solo se puede subir
por un lado gracias a varios peldaños tallados en la piedra.
Juan Rosco no duda de que si se hicieran excavaciones en
esta zona, habría otros hallazgos importantes. Una vez que ha dado a
conocer este descubrimiento, comenta que ahora le corresponde a las
distintas administraciones su puesta en valor, «deben implicarse todas,
desde la local a la autonómica y nacional, e incluso a las
supranacionales como la Unesco, para que el hallazgo sea protegido y las
generaciones venideras disfruten de la contemplación del fenómeno».
También piensa que en el cercano centro de interpretación
de los Barruecos se debería recrear el recorrido de la luz en el
grabado, que no duda que hará que aumenten las visitas a este paraje
declarado monumento natural en 1996.
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